Nunca he sido una Santa, no he
querido ser un ángel y no se me ocurriría ser siempre la buena.
Me
llaman egoísta, pero comparto lo que puedo; me llaman aburrida, pero siempre
trato de hacer cosas diferentes. Me llaman loca, en eso puedo estar de acuerdo.
Nunca
he pretendido ser nada que no soy. Nunca me he considerado mejor que nadie,
tampoco me he menospreciado.
Me
llaman borde, pero siempre llevo una sonrisa en la cara. Dicen que cambio mucho
de opinión, pero esos cambios vienen argumentados. Me llaman inocente y es que
me gusta creer que los cuentos de hadas existen en la realidad.
He
estado triste, he estado alegre; a veces deprimida, a veces eufórica; enfadada,
enamorada… He sentido, he querido, he amado, he llorado.
He
jugado, he crecido, sigo jugando, me emociono, rio y me carcajeo. He desafiado
leyes y burlado normas.
Me
di cuenta de que el orgullo y el rencor sólo conseguían borrar mi sonrisa. He
comprendido que enfadarse implicaba desenfadarse.
Decidí
vivir mi vida a mi manera, no permitiendo que lo malo me afectara demasiado y
dejando entrar lo bueno ofreciéndole un hueco para quedarse.
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