Las
cinco de la madrugada, las entradas a la discoteca estaban abarrotadas, había
muchísima gente esperando para entrar. Íbamos un compañero y yo, y, este, por
no esperar la fila que podría durar más de una hora decidió irse a casa y no
entrar.
Yo
no quería que la noche acabara aún, había hablado con un amigo para vernos y
estaba esperándome en un parque. Cambié de compañía, esa noche tenía que verle,
le necesitaba, era imprescindible. Es un chico encantador, estupendo, y si
pudiera, estaría a todas horas con él.
Me
esperaba en un parque, sentado en el suelo con un brick de vino, y se le veía
contento, feliz, a gusto. Allí nos quedamos durante casi una hora, hablando,
riendo y contando lo que había dado de sí nuestra noche hasta ese momento.
Estábamos muertos de frío, no habíamos acabado el vino y fuimos a buscar algún
tugurio abierto a esas horas. Lo encontramos, nos hicimos un hueco y dieron las
luces, justo cerraban y no nos había dado tiempo ni a tomar una cerveza.
Salimos
a buscar otro. Yo disfrutaba de su compañía, no paraba de reír. Estaba helada y él me abrazaba para hacerme entrar en calor, me agarró hasta que llegamos a una
discoteca que parecía abierta aunque ya no dejaban entrar. Gracias a él
entramos, dentro conseguí reunir algo de calor. Hasta bailamos juntos, no era
la primera vez que lo hacíamos.
En
esos momentos sólo le veía como a un amigo, otros días que quedamos sí que
había podido sentir algo más. Es un chico honesto, sensible y con gran
determinación, muy atractivo y al que nunca dejaría de abrazar, y sólo serían
abrazos porque no puedo pasar de ahí con él.
Cuando
ya cerraron todo fuimos a casa, él, como un caballero, me acompañó hasta mi
portal, tras lo que, en un instante de locura decidí acompañarle yo al suyo.
Sólo quería seguir hablando con él, quería seguir riendo con él, quería seguir
sintiendo su brazo rodeándome, dándome calor, quería alargar esa noche hasta lo
indecible, que no acabara nunca.
Una
vez en su portal él retrocedió conmigo unos metros hasta que nos quedamos en el
punto medio entre su casa y la mía. Nos despedimos, fue un abrazo interminable,
nos habíamos despedido en mi portal, nos habíamos despedido en su portal, nos
estábamos despidiendo de nuevo.
Un
abrazo, dos abrazos, tres abrazos… pasaría mi vida abrazándole. Y ese momento
que dura segundos pero que parecen horas, ese momento en el que dos personas se
encuentran a tan poca distancia, mirándose a los ojos. Es ese momento que pide
a gritos un beso. Ese momento lo disimulamos con un abrazo.
Sabíamos bien dónde se
encontraban los límites de nuestra relación.
''Abraza, besa y ama siempre. Siempre que sea de verdad.''