Tras conocernos conseguimos
convencernos entre nosotros para salir de fiesta, no hasta muy tarde, pero sí
lo suficiente como para bailar un rato. El rubio nos llevó a todos en coche. Entramos
a un par de sitios a tomar algo y movernos un poco, no había ambiente un martes
así que volvimos prontito a casa.
Al día siguiente me di cuenta
de que no tenía el móvil, lo había perdido. Probablemente se me habría caído en
el coche. Gracias a que conservaba la nota con su número de teléfono pude
llamarle, me costó varias horas contactar con él, pero cuando lo conseguí me
calmó, estaba en el coche, lo habían encontrado y esa misma tarde quedamos los
tres para que yo lo recuperara.
Cuando llegué sólo estaba el
chico moreno, me explicó que su amigo no iba a ir, que habían estado antes
juntos y le había dado el teléfono para que me lo devolviera. Al igual que
perder mi móvil parecía un truco, una excusa para volver a verle, que el rubio
no apareciera también parecía un truco, una excusa para que el moreno y yo nos
quedáramos solos.
Estuvimos tomando algo, un par
de bares, una conversación muy agradable, reíamos y estábamos cómodos a pesar
de la vergüenza que teníamos. Por fin pude mirarle a los ojos, unos ojos
preciosos, marrones a primera vista y que, como pude comprobar más adelante, se
aclaraban con la luz.
En el último bar en el que
estuvimos nos quedamos horas sentados, uno frente al otro, parecieron segundos,
se hacía tarde y teníamos que irnos aunque ninguno estaba por la labor. Alargué
un poco más el tiempo junto a él pidiéndole que fuéramos al bar donde nos
conocimos.
Ya era hora de irnos, de
despedirnos y nada más llegar a casa, con mi móvil recién recuperado, empezamos
a mandarnos mensajes, tonteamos un poco y terminamos quedando para desayunar al
día siguiente.
Le llevé a una cafetería del
barrio donde ponen unos desayunos exquisitos, yo sabía qué pedir, no era la
primera vez que yo desayunaba allí, un capuchino, un zumo de naranja y un
croissant relleno de jamón y queso. El chico me miraba receloso, tenía envidia
de mi café. Tras el desayuno fuimos a pasear cerca de la playa.
Íbamos despacio, tranquilos,
disfrutando del paseo. Llovía, el agua mojaba nuestros rostros, hacía frío y
empezó a nevar. El paisaje era espectacular y más aún con la compañía que
tenía, disfrutábamos mucho estando juntos.
Llegaba la hora en que él tenía
que ir a clase y yo coger un autobús. Igual de simpático que siempre me
acompañó a casa a recoger y hasta el autobús. Nos despedimos con un abrazo,
esperó a que me subiera y pasamos tres días separados.
''Abraza, besa y ama siempre. Siempre que sea de verdad.''
Pequeña Picara cada dia te superas mas. Me gustaria quedar contigo a tomar un cafe pero no te conozco nada, solo de tus entradas. Me pareces una chica simpatica ya que no se ni como eres. Pero ten seguro que seguire leyendo tus entradas siempre
ResponderEliminar¡Increíble! Estoy atónita, no esperaba que alguien que no me conociera leyera mi blog y para nada se me ocurriría pensar que iba a engancharse. Muchas gracias, de verdad, me gustaría que siguieras contándome lo que te parecen mis historias, tanto si es bueno o malo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pequeña Picara, llegue por culpa de google. Y desde ese día no me he perdido ni uno creo... e tenido la oportunidad de poder leer los que me perdí. No se si te molesta que te comenten por que me he fijado que en casi ninguno tienes comentarios, pero bueno, si no los quisieras, me supongo que desactivarías la función. tu si que me tienes atónito con tus entradas, no se si son reales o fruto de tu imaginación pero parecen tan reales que si me dijeras que son inventadas me matas de atonitación. Un saludo
ResponderEliminar