Hoy,
ahora, en este preciso instante en el que me encuentro escribiendo esto voy
camino a mi cita. Sigo con una sonrisa en la cara y es que no veo el momento de
tenerle frente a mí. Algo más de una hora de trayecto y llegaré, le veré y
correré a abrazarle. Estoy extrañamente ilusionada.
Llega
el momento y aunque me avisa de que llegará diez minutos tarde tengo que
esperar algo más. Le veo a lo lejos, tiene una forma de caminar diferente, le
reconozco enseguida, y cuando llega a mi lado, como tenía pensado, le abrazo,
con fuerza, como si lleváramos años sin vernos, como si no quisiera soltarle
nunca y es que no quiero, si pudiera me lo quedaría para mí, como mi más
preciado regalo, un regalo divino, un tesoro.
Nos ponemos
en marcha, hacia el centro, es él quien decide dónde cenar. ¿Quién iba a pensar
que sólo somos amigos viéndonos solos compartiendo nuestros platos? Al acabar
empezamos una ruta de cañas, primero elijo yo y luego él. Los bares a los que
yo le llevo están todos en la misma calle del restaurante, él varía un poco. Así
seguimos, uno, dos, tres, cuatro… muchos bares, mucha música y mucha cerveza.
Termina
la noche y vamos al bar donde nos conocimos, una parada obligatoria cada vez
que quedamos juntos. Ya estamos algo tocados y no sólo nos bebemos una cerveza allí.
Al salir decidimos comprobar si en un local hay conciertos, estaba cerrado; y
si un sitio donde se baila salsa sigue abierto, no tuvimos suerte. Iban a ser
nuestras últimas paradas antes de volver a casa pero parecía que tocaba ir a
dormir. Es tardísimo y a la mañana siguiente él tiene que madrugar para ir a
entrenar y yo tengo revisión con el médico.
Antes
de empezar el camino de regreso le pido que me acompañe a un último sitio,
tenía que ir al baño y siempre paramos ahí por esa razón. Dentro me encuentro
con amigos, los camareros también me conocen. Voy rápido al baño con intención
de salir pronto para casa, pero al volver del baño me quedo hablando con todos
ellos y pidiendo algo en la barra para mi amigo y para mí. Empezaron siendo dos
consumiciones y terminaron siendo demasiadas.
Es tarde,
más de lo que habíamos planeado, ya no iba a pasar nada porque nos quedáramos
unas horas más de fiesta, dormir, ya, no íbamos a dormir. Pongo mi mejor
sonrisa al camarero y le pido un par de invitaciones para una discoteca
cercana.
Era una
discoteca a la que había entrado muy pocas veces y que no me gustaba demasiado,
no sé si quería emborrachar a mi amigo, si yo iba demasiado mal o si intentaba demostrar
algo pero entramos y con una cerveza más en el cuerpo bailamos y bailamos y
bailamos…
Como
le dije al volver a casa nuestra forma de bailar no era de amigos. Bailábamos juntos,
muy juntos, muy pegados, con su mano en mi espalda, agarrándome, apretándome
fuerte contra su cuerpo. Mi cabeza en su hombro, ladeada, respirando su aroma,
me transportaba a otro lugar, un mundo en el que todo lo demás no importaba.
No sé
qué bailamos, una mezcla de salsa, bachata, merengue… no sé. El alcohol, el
calor, su olor… estaba extasiada. Su mano en mi espalda, la otra agarraba la
mía, nos juntamos de repente y su mano me recorre la espalda, me suelta la mano
y me acaricia el cuello, sentía escalofríos.
Yo le seguía, sabía que no podía
ser, había un muro, una barrera, había algo que impedía que entre nosotros
surgiera algo, sólo seríamos amigos, pero muy buenos amigos. Sabíamos que con
nuestras fiestas y nuestros bailes, nuestra forma de provocarnos el uno al
otro, sólo conseguiríamos hacernos daño, tarde o temprano sufriríamos. Sin embargo,
resulta imposible que dejemos de vernos, aunque lo hacemos poco hay algo que
nos atrae y no queremos perder nuestra amistad, pero tampoco podemos vernos
como simples amigos porque a pesar de que sabemos que es imposible, que está
prohibido, esa fuerza que nos atrae sigue existiendo.
''Abraza, besa y ama siempre. Siempre que sea de verdad.''
No hay comentarios:
Publicar un comentario