Nos acostamos tarde, habíamos
llegado de madrugada a casa, pasamos toda la noche hablando, lo que nos llevó a
despertarnos bien entrada la tarde. Me desperté con resaca, me dolía la cabeza,
no tenía fuerzas, lo único que quería era quedarme en la cama hasta el día
siguiente.
Acordamos ir juntos a patinar,
a patinar sobre hielo, adoro patinar y para él era más que una afición. Hacía años
que no patinaba y me hacía una ilusión tremenda. ¿De dónde saqué fuerzas? No lo
sé. Él iba a ir a la pista de hielo sí o sí, con o sin mí, y yo no quería dejar
pasar la oportunidad de volver a sentir mis pies deslizándose sobre el hielo.
Tenía miedo, algo de vergüenza,
llevaba muchos años sin patinar, estaba mareada y todo apuntaba a que me
caería.
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