2013/03/27

Límites


                Las cinco de la madrugada, las entradas a la discoteca estaban abarrotadas, había muchísima gente esperando para entrar. Íbamos un compañero y yo, y, este, por no esperar la fila que podría durar más de una hora decidió irse a casa y no entrar.
               
                Yo no quería que la noche acabara aún, había hablado con un amigo para vernos y estaba esperándome en un parque. Cambié de compañía, esa noche tenía que verle, le necesitaba, era imprescindible. Es un chico encantador, estupendo, y si pudiera, estaría a todas horas con él.

                Me esperaba en un parque, sentado en el suelo con un brick de vino, y se le veía contento, feliz, a gusto. Allí nos quedamos durante casi una hora, hablando, riendo y contando lo que había dado de sí nuestra noche hasta ese momento. Estábamos muertos de frío, no habíamos acabado el vino y fuimos a buscar algún tugurio abierto a esas horas. Lo encontramos, nos hicimos un hueco y dieron las luces, justo cerraban y no nos había dado tiempo ni a tomar una cerveza.

                Salimos a buscar otro. Yo disfrutaba de su compañía, no paraba de reír. Estaba helada y él me abrazaba para hacerme entrar en calor, me agarró hasta que llegamos a una discoteca que parecía abierta aunque ya no dejaban entrar. Gracias a él entramos, dentro conseguí reunir algo de calor. Hasta bailamos juntos, no era la primera vez que lo hacíamos.

                En esos momentos sólo le veía como a un amigo, otros días que quedamos sí que había podido sentir algo más. Es un chico honesto, sensible y con gran determinación, muy atractivo y al que nunca dejaría de abrazar, y sólo serían abrazos porque no puedo pasar de ahí con él.

                Cuando ya cerraron todo fuimos a casa, él, como un caballero, me acompañó hasta mi portal, tras lo que, en un instante de locura decidí acompañarle yo al suyo. Sólo quería seguir hablando con él, quería seguir riendo con él, quería seguir sintiendo su brazo rodeándome, dándome calor, quería alargar esa noche hasta lo indecible, que no acabara nunca.

                Una vez en su portal él retrocedió conmigo unos metros hasta que nos quedamos en el punto medio entre su casa y la mía. Nos despedimos, fue un abrazo interminable, nos habíamos despedido en mi portal, nos habíamos despedido en su portal, nos estábamos despidiendo de nuevo.

                Un abrazo, dos abrazos, tres abrazos… pasaría mi vida abrazándole. Y ese momento que dura segundos pero que parecen horas, ese momento en el que dos personas se encuentran a tan poca distancia, mirándose a los ojos. Es ese momento que pide a gritos un beso. Ese momento lo disimulamos con un abrazo.

Sabíamos bien dónde se encontraban los límites de nuestra relación.


''Abraza, besa y ama siempre. Siempre que sea de verdad.''

No hay comentarios:

Publicar un comentario