Iba dispuesta a comerse el
mundo, la tarde con las amigas fue divertida y llegó a casa muy animada. Se
preparó para salir por la noche, se vistió con su mejor modelito, se maquilló
resaltando sus preciosos ojos. Se veía venir, esta chica no pasaría
desapercibida y conseguiría todo lo que se propusiera. Estaba radiante, con una
amplia sonrisa, feliz, su mirada era espectacular. Sabía que iba a pasarlo
genial.
Llegó
al restaurante donde iban a cenar, risas, esperas, cerveza, más cerveza, ¡LA
CENA!, más risas… Empezaron la fiesta entrando a un bar, estaba vacío, no era tan
pronto como para que no hubiera nadie, solo un grupito de chicos y ellos. Sólo cinco
de los que salieron fueron a ese sitio.
Llamó
a un amigo y para cuando llegó el bar ya se había llenado, nunca había visto
tantas chicas allí. No pensaba en ligar, había salido recientemente de una
relación muy importante para ella. Pero no pudo evitarlo, le presentaron a una
chica preciosa… Era preciosa.
Por lo que pudo saber de ella esa noche, lo único que le
atrajo fue su físico, no tenía nada más que pudiera interesarle.
Sin embargo,
el bar estaba lleno de chicas, todas se fijaban en esa belleza y no fue la
única que probó sus labios esa noche, parecía que hicieran cola para estar con
ella. No le dio importancia pero tampoco fue un punto a su favor. Se marcharon
de aquel bar, dejaron a esa guapa chica allí con sus compañeros.
Sin saber cómo terminaron
caminando junto a un grupo que un amigo común les presentó, la única chica del
grupo le llamó la atención. No podía creerse lo que le estaba pasando, si la
primera era guapa, esta lo era más y más atrayente, seguro. Pero había sido
un encuentro raro, un día raro, una noche interesante y extraña.
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