Él
quería verle, ella quería verle, no sólo entre ellos, también a otras personas
muy especiales, casualmente también decidieron encontrarse entre ellos. La
noche, un bar como punto de encuentro y todos se reunieron. Él, su amigo; ella,
Alicia; y a su alrededor un gran grupo de gente, más amigos, más conocidos.
Estaba
claro que esa noche no podría olvidarse fácilmente, de antemano se podía
conocer cómo acabaría todo, o quizás, cómo empezaría. Todos sabían lo que
querían, y sabían lo que querían los demás. No sólo una charla agradable.
Ellos
rápidamente instaron a la chica a que fuera a hablar Alicia, le pusieron muy
nerviosa. Ellas habían hablado durante días, noches, las dos querían conocerse
mejor, había algo más que una amistad, quizá fuera atracción.
Entre
ellos había algo parecido, desaparecieron inmediatamente, dejándolas solas con
el resto del grupo. Tuvo que ser Alicia quien le cogiera de la mano, llevándola
a un sillón apartado, donde poder hablar tranquilamente. Tenía que besarle,
estaba paralizada, desde que la vio no supo que hacer, se dejó llevar por la
unión de sus manos. No entendía por qué le pasaba eso, nunca antes se había
sentido así, no era tímida.
Lo deseaba
con fuerza y no podía, no sabía de que hablar, se sentía atrapada, incapaz,
quería abrazarle, besarle y tenerle junto a ella durante toda la noche, pero
estaba quieta, helada, su corazón latía con fuerza.
Consiguió
mover su mano, ponerla sobre la pierna de Alicia, acariciarla, hacerle ver que
estaba interesada en algo más que una amistad. Alicia se le acercó, poco a
poco, lentamente, iba a besarle, sus labios se rozaron, sus lenguas se
encontraron, era un beso suave, dulce, que pasó a ser salvaje, ardiente.
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